martes, junio 07, 2005

El Barranco para la multitud

El siguiente texto fue inicialmente leído en el conversatorio sobre el Megaproyecto El Barranco de Cuenca, organizado por la Facultad de Arquitectura el miércoles 7 de octubre de 2003. Se lo presentó como una propuesta para tratar el lugar. Posteriormente fue publicado por la revista de arquitectura TRAMA, en su edición digital N. 85 www.trama.com.ec y por SOS Monuments,de la UPC, en Barcelona.





1.

Entre las propuestas que se han presentado para intervenir en El Barranco de Cuenca, la nuestra quiere ser explícita en comenzar señalando cuáles son las concepciones y actitudes hacia la vida, que la imaginan y fundamentan.
Orientadas por la memoria, la presencia y el deseo de libertad, las nuestras, aspiran a enriquecer las posiciones genuinamente democráticas de la multitud mestiza y múltiple de la morlaquía, con el fin de elevar la discusión sobre El Barranco hacia los aspectos en verdad interesantes, aquellos que el poder oculta o manipula, y su prensa tergiversa.

Para seguir adelante con nuestra exposición, quizás sea oportuno definir a El Barranco como un evento de la MULTITUD, palabra a la cual, Antonio Negri y Michael Hardt han cargado de nuevos significados sociales, históricos, críticos y contestatarios frente al poder del capitalismo globalizado. En la multitud convergen hoy los productores de riqueza, los creadores de todo tipo y la sociedad toda, pasajeramente, entrampados en las redes mercantiles, despóticas y militares del IMPERIO, es decir, embrollados y asfixiados dentro de la nueva lógica de mando que ha seguido al viejo imperialismo.
A pesar de la guerra, el hambre y las pestes que desencadena en contra de la sociedad este Imperio, la multitud, múltiple y mundial, quién sabe, sin saberlo y hasta sin quererlo, ha comenzado su andadura poseyendo el control real y efectivo del mundo. Como ha señalado Negri, "el trabajo se ha vuelto dominio exclusivo de la mente y el cuerpo de la multitud" (Imperio, parte 4). Porque la multitud, de una manera desconocida hasta hoy, encarna las condiciones objetivas de un mundo inédito.
De esta forma, y a pesar de que el capital ha triunfado y en uso perverso de la riqueza social desarrolla tecnologías excluyentes de la participación social, o tecnologías militares de destrucción masiva, la multitud, en nuevos e inéditos procesos constituyentes, recupera la capacidad creadora y la memoria humana, en actos que, por el solo hecho de darse, ponen en evidencia la miseria del nuevo poder y sus intereses antihumanos.
La multitud, entonces, no solamente, que es la nueva forma social que contesta a la globalización capitalista, sino que, paradójicamente, tiene la iniciativa y la fuerza constituyente de la humanidad. Quizás por ello, el poder digitalizado pero arcaico del capital en general, trata desesperadamente de frenar su ascenso.
Vamos a ver en seguida, cómo se relaciona esta conceptualización con el objeto particular de nuestro análisis.


2.

La delimitación física del sector urbano de El Barranco no es muy precisa, sin embargo, existe consenso para ubicarlo entre la escalinata del Otorongo y el puente de El Vergel, siguiendo el eje del Tomebamba en cuya rivera izquierda se han asentado cañaris, incas, españoles y mestizos, dejando su huella en el conjunto arquitectónico construido que da forma a esa bellísima ceja de la ciudad republicana.
El Barranco, en todo caso, no es un hecho "natural". Es ante todo un hecho social y un artificio de la historia pluricultural de Cuenca, que devino en tiempos y espacios cruzados por conflictos. Hoy, El Barranco, es visto como un momento de la memoria colectiva, visto desde una nueva memoria que corresponde a los nuevos sujetos históricos de esta multitud, y que, gracias a su inédita emergencia, ya están dejando traslucir una visión y una sensibilidad también nuevas, que emergen potentes, al margen y en contra de las visiones e intereses del poder.

Mientras la nueva sensibilidad de la multitud mira este hecho y comienza a reapropiarse del mismo en la palabra crítica, valorizándolo como nunca antes se lo había hecho, la mirada certera del poder trata de monumentalizarlo, de convertirlo en pasado, de museificar algunos elementos y de espectacularizar el resto, a fin de hacer de El Barranco un ambiente clausurado y rentable para las inversiones y la especulación inmobiliaria. Una especie de megacentro comercial cuyo atractivo venga dado por cierto olor a museo, a cosa muerta, a dinero y a mercancía.


3.

Cuando afirmamos que El Barranco es un hecho de la nueva memoria colectiva que la multitud recupera para sí, tal recuperación se presencializa a partir de una nueva lectura social de su forma arquitectónica, urbana, paisajística, ambiental, y es planteada por estos nuevos sujetos históricos como una impugnación y disputa que han comenzado en el plano del discurso y en contra de los agentes de la globalización: impugnan sus lecturas del lugar y los propósitos mercantiles que estos últimos acarician. Y le disputan también la valoración simbólica del lugar, ya sea como testigo de su surgimiento, ya sea como fuente de deseos de algo distinto al urbanismo globalizador.

Sin embargo, cabe que nos preguntemos por qué precisamente la visión de la multitud se proyecta sobre este lugar. Qué extraña cualidad tiene El Barranco para que estos nuevos ojos se fijen en él. Por qué su visión asoma como una luz generosa y actual, que además, expone a la mirada las mezquinas conspiraciones que se urden en su contra.

Consideramos que esta preferencia por el lugar, puede buscarse en las condiciones del surgimiento de su forma, es decir, en esa manera como otros sujetos históricos se relacionaron con su mundo y su paisaje, acoplándose al azar de la topografía para resumir su encuentro en esta síntesis excepcional que contradice cualesquiera de las propuestas urbanas seriadas del tiempo de la especulación urbana y el agiotaje.

De esta manera, El Barranco surgió sin regulaciones constructivas y llegó a ser lo que hoy es como resultado de la espontaneidad constructiva.
Pero no solo eso. Ya hemos afirmado que las generaciones que construyeron El Barranco nunca pensaron en hacerlo para ser contemplado, sino a lo mucho, para contemplar... digamos el río, la rivera opuesta, la llanura, el monte y el cielo. Es decir, surgió como gestos no simulatorios y sin otra finalidad pragmática o utilitaria, que satisfacer lo inmediato de la intimidad doméstica.
Y esto no es todo: en esa gestualidad constructiva nunca hubo tampoco intento de disimular: fueron gestos y manifestaciones en los que afloró sin mediaciones estilísticas ni pretensiones arquitectónicas “cultas”, lo que sus gentes fueron. Afloró, como aflora la expresión coloquial frente al plato familiar, o como aflora el arrullo ininteligible de una madre cuando adormece a su hijo en un murmullo que sin decir, lo dice todo.
Esto, en otras palabras, significa que las formas arquitectónicas generadas que hicieron lo que hoy conocemos como El Barranco, asomaron en un cierto clima de libertad: mínima, es verdad, pero la suficiente, para conferir al lugar la belleza poética en la cual hoy se reconoce la multitud.


4.

Las lecturas que se conocen de El Barranco no van más allá de lo descriptivo, de una visión paisajística romántica que algo tocan del pasado pero que terminan justificando, en el mejor de los casos, restauraciones y rescates historicistas, mas no históricos. Tales enfoques, hoy se muestran útiles a las necesidades de la inversión y del endeudamiento capitalistas que requieren de proyectos para obras físicas, o proyectos que siempre se justifican con el cuento del bien común.
Dichos proyectos urbanos y arquitectónicos megas, grandes, medianos y pequeños, permiten la firma de contratos con empresas que pagan salarios de hambre a sus obreros y dan utilidades fabulosas a sus dueños y empresarios, y además, por debajo de esos contratos y jugadas, se dice que circulan jugosas comisiones en contante y sonante.
Si las intervenciones que el poder piensa hacer en El Barranco se calcula que alcanzarían los $30.000.000, la imaginación ya puede calcular el resto.

La corrupción vela por sus intereses y ante todo por su continuidad, es decir, porque las cosas y los negocios sigan como hasta aquí y el Ecuador no pierda el bien ganado puesto en tan terrible clasificación. Los esfuerzos en este sentido son de antología y el ingenio desarrollado al servicio de la corrupción se codea con las mejores manifestaciones del realismo mágico. Solo que en negativo.
De esta manera y para mantener lo logrado, a la corrupción no le importa qué se destruya, qué se pisotee, qué se venda ni a cuántos se engañe.
Lo que importa es llenar la bolsa y si es del caso, fugar a Miami.
Esta necesidad de transformarlo todo en billetes por la vía rápida no es del todo fácil: requiere también, desarrollar la habilidad de embrutecer a la población, de obnubilarle la conciencia y la memoria, de embotarle su dignidad y de llevarle por múltiples caminos a renegar del placer de vivir.
La corrupción, en su fase más desarrollada, la global, recorre el mundo sembrando el miedo: quiere que nadie le responda ni le denuncie, quiere que todo cuanto perpetre y diga, asome como el resultado de las unanimidades agradecidas, o por lo menos, de las mayorías electorales.
Para conseguir estos fines, los empresarios del progreso y de la denominada regeneración o renovación urbana, recurren como siempre a la imposición de sus ídolos, fetiches e iconos, en tanto recursos necesarios, efectivos y probados, para ejercer el dominio mental por la vía de la imagen.
La corrupción, por lo tanto, que ha sido y es consustancial al funcionamiento de todos los sistemas que viven del trabajo ajeno, no es únicamente una falla moral que puede ser corregida para que dichos sistemas funcionen bien. Buscar esto es un masoquismo. De allí que la "lucha contra la corrupción" manteniendo sus causas, es solo una buena intención con mucho de candidez. La corrupción, especialmente en el capitalismo tardío y globalizado, asoma ahora con toda su crudeza y, lo que venimos tratando, es una muestra de la imposibilidad de evitarla porque simple y llanamente, la corrupción es la realidad, es el sistema, es, en definitiva, la única forma como puede sobrevivir el Imperio.
Esta es la razón para que todas las administraciones estatales o paraestatales, fracasen y ninguna merezca la gratitud de la población. Desde esta perspectiva, podemos entender lo que sucede con nuestros municipios, tan tristemente engranados o atrapados, dentro de la maquinaria de este Imperio.

Las intervenciones municipales, precisamente sobre espacios emblemáticos o de valor patrimonial, en Cuenca, aquellos que son un referente de su pueblo, está con la moda del poder: este busca en todo lado, perennizar su nuevo esquema de dominio y su lógica de mando mediante la destrucción de tales lugares y la imposición, sobre ellos, de obras que simbolicen sus nuevos "valores", que no son otros sino los del mercado.
En otras palabras, el urbanismo de los globalizadores necesita romper los lugares vitales y con memoria para colocar en ellos los no-lugares donde vende su ausencia de vida. Ejemplos: malecón 2000, megaproyecto El Barranco, túnel, autopista, centro comercial, ecovía... Y por este camino, la corrupción, no solo que se mueve al son de la pinanzas, sino que se lanza también en contra de la subjetivación individual y colectiva constituyentes, en contra de los valores intangibles de los pueblos y en contra de los testigos visibles de su memoria.

Contra esto, los deseos que desde de su vitalidad mueven a la multitud en el despliegue de sus nuevas potencialidades libertarias, son antagónicos a estas políticas y necesidades funestas.
Los deseos de la multitud en lo referido a los asuntos urbanos, apuntan a la reapropiación de la ciudad, humanizándola. Tal empeño se traduce en gestos y signos lingüísticos, en cultura viva, en okupaciones perentorias y nómadas que disuelven las pretensiones del poder y van cargando de nuevos significados a los lugares y estableciendo los nuevos mapas de prioridades de los sujetos inéditos, diferentes y extraños, entre quienes, quizás, ya asoman los hijos más jóvenes de la inédita, imprevisible y creciente multitud que atravesará la globalización.


5.

En nuestra línea interpretativa la excepcionalidad y belleza de El Barranco no proviene de especulaciones tecnicistas, restauracionistas o historicistas. Proviene, de una lectura vivencial, porque se realiza desde las posibilidades que nos abre esta increíble presencia de la humanidad múltiple y multitudinaria que asoma a pesar del capital y su mortífero poder. Presencia inesperada, porque surge cuando todo parecía favorecer la consolidación del miedo, de los discursos despóticos incontestados y del orden del silencio. Presencia nueva que echa por tierra la ideología urbanística sobre la llamada regeneración urbana, incapaz de evitar que los nuevos sujetos creen la nueva ciudad, verbalicen sus tensiones, resistan a la exclusión, a la represión, y para colmo, marquen los ritmos y los latidos carnales de la urbe sobre el ruido ensordecedor de los medios amarillos y el frenético movimiento de las cosas.

Esta lectura inédita de un hecho particular como El Barranco se produce en las condiciones igualmente inéditas creadas por los cambios que, a pesar de los planes del capitalismo tardío, se han producido en la conciencia de la multitud. Los esfuerzos del capital por excluir todo lo que no sea la reproducción de su propia imagen, han fracasado. El Otro -la sociedad, la multitud- se levanta poderoso reapropiándose de las condiciones productivas contemporáneas y fijando básicamente en el lenguaje, su presencia, su memoria y sus deseos. Entonces, la ciudad deja de ser la agregación de las cosas, y pasa a ser la relación de las nuevas gentes que dan nuevos sentidos a la cosa urbana en un movimiento de flujos y comunicaciones que nunca nadie habría imaginado. El ser, se impone sobre el tener: la cosificación se deshace. El capital implosiona. El trabajo, también.

Al ser El Barranco una arquitectura sin arquitectos construida desde la interioridad y para la interioridad, al ser una arquitectura del azar y de lo contingente, el lugar se ha convertido en un espacio que metaforiza lo que podría ser un lugar humano, un lugar que sugiere lo que podría ser un espacio del reencuentro con nosotros mismos, diferente de aquellos no-lugares donde acechan el desencuentro, la soledad y la insatisfacción del consumismo.
El Barranco, es entonces, un ejemplo en el cual una actitud no capitalista ante la vida creó un entorno distinto a esos que las ideologías tecnicistas de la planificación urbana y sus métodos amorales -apoyados en la racionalidad instrumental-, se impusieron para desgracia de los individuos y sus entornos físicos y culturales.
Surgido en tales condiciones de excepción, El Barranco, empalma con los nuevos deseos de la multitud, y quizás, esa sea la razón por la cual buscamos rescatarlo para la vida y sus satisfacciones.

La noche en la cual enormes reflectores encandilaron este lugar como si se tratara de algún campo vigilado, quedó claro que las amenazas se habían hecho presentes.
La necesidad de escenificarlo todo, le ha dado un giro algo extraño en la medida que ha perdido su antigua intimidad. Sin embargo, no ha menguado del todo la potencia de sus connotaciones poéticas, y así, El Barranco, deja ver a quien quiera mirarlo una parte de lo que es el mestizaje cuencano: deja ver cómo nos relacionamos con el paisaje, con el horizonte, el agua, el viento, con el amanecer y el crepúsculo. Es decir, con las cosas que no tienen precio y por esa misma razón valen para la vida. Solo una visión múltiple, resultante de la mezcla y el intercambio de las culturas, podía y puede proyectar esta especie de visión panteísta e inútil, que disuelve las visiones privatizadoras utilitarias y fundamentalistas del mercado global.

En el sentido simbólico con el cual estamos rescatando El Barranco, la incuria mercantilista y municipal asoma como una amenaza que trata de convertirlo en un ambiente turístico espectacular. Dicha amenaza, latente aún, no se ha consumado y por ello mismo, dicho sentido se crece, adquiere más presencia y convierte a El Barranco en un lugar de resistencia que empieza a brillar con una extraña belleza, con esa belleza nada común que asoma cuando el acontecimiento está a punto de desaparecer. La nueva mirada trata de poseer visualmente el lugar con la vehemencia de quien sabe que la visión del unicornio es maravillosa pero fugaz, mientras detecta allí el guiño de un tiempo que, en todo caso, fue mejor que el presente y no digamos que el futuro. De un tiempo que, en comparación con el actual, se ha convertido en un mal ejemplo y en una provocadora y agradable insinuación que la memoria hace a los deseos.

De todo esto resulta entonces que, en estos tiempos de impostura, simulación, disimulo y uniformidad, la autenticidad y la diferencia que asoman en El Barranco, están fuera de tiempo y de lugar, y por ello, pretenden ser eliminados. Como lo fue el viejo Malecón Simón Bolívar, en Guayaquil. Como lo fue El Paraíso, en Cuenca.
Es verdad que aquí no le pasan tractores, pero no se aprueban normativas para su conservación, se dejan que sus casas colgadas se descuelguen de una vez por todas, no se aportan dineros para su conservación, se le convierte en basural y se le amenazan con obras nuevas de cemento, con teleféricos, túneles, enormes cuevas para estacionamientos y pasos deprimidos, en fin, disimuladamente se apunta a borrarlo del mapa.

Esgrimiendo las coartadas de la técnica, del "progreso", de la supuesta urgencia de obras no pedidas, el Municipio ha abierto las puertas para que la improvisación y la mediocridad ataquen al lugar en la dirección que estamos criticando. Con esta política, "el gobierno local" trata de acomodar el patrimonio urbano a las necesidades económicas y simbólicas de la globalización con las cuales está comprometido. Con el cuento de que receptarán "ideas" para elaborar el "Megaproyecto El Barranco", la Alcaldía y la Comisión de Centro Histórico quieren engañar a la ciudadanía, porque en los hechos, las obras y posiblemente algunos contratos del "Megaproyecto" ya están en marcha.

Pero y en el supuesto caso de que no fuera así, estas emprendedoras autoridades han transgredido un principio científico básico de la proyección arquitectónica y urbana moderna, cual es, el deducir las ideas formales de las investigaciones y diagnósticos del lugar que se pretende intervenir. Nótese que con dichos estudios, que la Facultad de Arquitectura de Cuenca considera que deberían concluir en un Plan Maestro de Manejo del Centro Histórico, se tendría recién los referentes técnicos para juzgar la calidad y pertinencia de dichas "ideas" y su dimensionamiento. Nótese que su ausencia ha dejado en el aire todas y cada una de las "ideas" presentadas sobre El Barranco.
Pedir "ideas" para intervenir en El Barranco sin esta documentación científica, era lo mismo que pedir remedios para un enfermo sin que los médicos puedan revisar su estado y diagnosticar su mal. Pero, según parece, tal empirismo no es del todo una deficiencia sino una conveniencia al interés de los jefes municipales, puesto que, en ese terreno pantanoso, dichos funcionarios pueden moverse a su aire, extendiendo o contrayendo las "ideas" arquitectónicas, urbanas o funcionales, a su antojo, y lo que es mejor, sin mayores responsabilidades. Actuar sin los parámetros legales que emanan de los estudios realizados profesionalmente, dejan las manos y demás partes del cuerpo libradas a la arbitrariedad administrativa, al carrerismo politiquero, a la imposición y a las corruptelas que han terminado siendo consustanciales a las maneras de ejercer el mando. Al ser arbitrarias y estrambóticas, las "ideas" concursantes no tienen la autoridad científica ni la seriedad académica que permitirían su evaluación y seguimiento.

Por otra parte, y más allá de su pertinencia o no, el hecho de haber solicitado públicamente a los autores de esas "ideas" arquitectónicas y urbanas que renuncien a sus derechos a fin de que el Municipio pueda partir de ellas "para hacer el proyecto definitivo", no solo que ha creado un triste precedente en cuanto al manejo del aporte intelectual ajeno, sino que ha dejado ver lo que el Municipio quiere ocultar: sus propios proyectos y actuaciones en el área, cuestionables en el momento en que se los analiza a la luz de los compromisos de Cuenca con la UNESCO en lo que a conservación e intervenciones en el Centro Histórico se refiere. Y posiblemente cuestionados cuando la UNESCO le pida cuentas al Municipio acerca de la manera cómo ha manejado este valioso encargo.

En concordancia con estos procederes, es lógico que en lo jurídico -desde las normas constitucionales vigentes para defender nuestro patrimonio cultural, hasta el Reglamento de Concursos del Colegio de Arquitectos del Ecuador-, el irrespeto haya sido el maestro de ceremonias y, la indelicadeza quiera apuntarse un tanto mediante la política del insulto, los hechos consumados, la intimidación y la orden a los empleados subalternos para que defiendan la idea municipal.

Es claro que en la lógica globalizadora no está la conservación del lugar. Antes de convocar al "concurso de ideas", la Alcaldía ya tuvo aprobadas y en marcha una veintena de proyectos de intervención en el Centro Histórico. Ya tuvo en marcha el "Megaproyecto" y solo como resultado de la presión pública, convocó al famoso concurso, pero como mascarada y justificativo de lo que ya tenía en marcha. ¿Es esto legal y ético? -Quién sabe- El hecho es que la lógica financiera de la globalización, ordena y necesita canalizar las inversiones que vienen desde lo alto, necesita hacer cosas fabulosas y relumbrantes como el teleférico, el viaducto, los pasos deprimidos y el Parque de Pumapungo. Necesita en definitiva, invertir, divertir y pervertir. Por esto, el conjunto de las "ideas" concursantes no expresan respeto a los valores arquitectónicos patrimoniales de El Barranco, todas ellas son propuestas de obras nuevas impertinentes y atentatorias al lugar, todas ellas sin ninguna calidad arquitectónica ni urbana y para colmo, de una enorme pobreza gráfica y artística.

En estos contextos, las ya famosas "ideas" tienen a lo mucho las determinaciones que pueden emanar de un folletín de ciencia ficción de ínfima calidad. Bucarám Alcalde, era muy dado a usar este método y, como todos recuerdan, solía compararse con Batman. El ejemplo de sus fantasías parece que ha dejado honda huella en Ecuador y, en la Ciudad Gótica, el Pingüino se aprovecha del autoexilio de su archienemigo y ha cometido otra de las suyas:
Primero: convoca al concurso "de ideas",
Segundo: incluye en las Bases del concurso la recomendación a los concursantes de que revisen el estudio que su oficina profesional hizo sobre el mismo tema,
Tercero: su socio va de Jurado para escoger al ganador,
Cuarto: el socio de los dos, gana el concurso y deja a los otros concursantes con la falda alzada.


6.

La multitud condena este proceder porque tiene una actitud cultural arquitectónica humanista nueva y crítica, de respeto a la memoria colectiva de su ser morlaco, pluricultural y mestizo. El poder lo intuye y le teme. Y quizás esto explique el propósito del Banco Central del Ecuador de disimular y desvirtuar en la espectacularidad los vestigios arqueológicos de Pumapungo, imponiéndoles para fines -según dicen turísticos y autosustentables- lecturas diversionistas que priorizan lo shamánico y esotérico arcaico del pensamiento andino. Y lo que es más grave, encasillando dichos vestigios en un concepto formal de raíz eurocentrista como es el parque.
Solo la presencia de la multitud está posibilitando la denuncia de estas acciones insidiosas con respecto al pasado indígena cuencano y, permitiendo que aflore algo también inédito: la disputa del Pumapungo enajenado y devastado para iniciar el camino de regreso a manos indias que quizás puedan curar las heridas, llenar tal vez uno que otro vacío y, quién sabe, perdonar...
El Barranco incluye a Pumapungo y la alteración que han hecho de sus vestigios con el cuento del "Megaproyecto", tanto la negligencia municipal cuanto la incuria del Departamento de Cultura del Banco Central, han colocado a sus administraciones en la lista infamante de los etnocidas que han atentado en contra del Patrimonio Cultural.
Lógicamente, la casi totalidad de las "ideas" concursantes, avaliza el atentado y se suma al bailongo.


7.

Cuidar la ciudad, su patrimonio tangible e intangible, en tanto espacios y tiempos de las realizaciones de la multitudes, como se verá, es una tarea social, puesto que los intereses del poder siempre van en dirección inversa.
Cuidar la ciudad, es ante todo, cuidar la vida digna de sus habitantes generando condiciones para que la misma sea placentera en lo material y en lo espiritual, sin atentar contra su memoria, su presencia o deseos de vida.
Las necesidades del urbanismo globalizador, como estamos viendo, conciben la ciudad como el espacio en donde están acumuladas cosas, de cuya trata, solo cabe sacar utilidades monetarias. Al priorizar el valor de cambio de la cosa urbana y constreñirla como si fuera asunto privado, la gestión municipal capitalista prostituye a la ciudad, bloqueando su valor de uso, abierto, en cambio, a las perspectivas de lo público y colectivo. Estas concepciones enquistadas en el estado actual y sus municipios, pasan como aplanadoras sobre los valores éticos y sensibles de los ciudadanos, aplastan los valores patrimoniales y de las condiciones ambientales, pues de toda esa destrucción y desprecio que causan y defienden, le quedan esos billetes que codician tanto.
En la cruel lógica global y privatizadora se reducen los presupuestos de salud, educación y servicios sociales. Nunca tantos millones de seres han sido lanzados al abandono y a la miseria. Ni nunca la hipocresía ha sido mayor cuando de la delincuencia se habla. El capital y su Estado nos cobran peajes por circular por nuestro mundo, nos venden nuestro derecho a estar en él ya sea vivos o muertos, en fin, comienzan a alquilarnos lo que nos pertenece desde siempre. ¿No resulta algo raro -conviene preguntarnos-, este tipo de "progreso"?

Los aspectos sociales y humanos que tienen que ver con la calidad de la vida de los habitantes de un lugar, son para nosotros, el primer factor para conservarlo.
Las obras físicas de arquitectura e ingeniería en la ciudad viva deben ser pensadas para apoyar las prioridades de la gente, pues y según nuestra manera de ver, no son las formas las que determinan la vida, sino la vida quien determina las formas construidas o intervenidas.
En el caso del cual nos ocupamos, más importante que improvisar respuestas arquitectónicas y dibujos de ciencia ficción adornados con efectos gráficos digitales preprogramados, y más importante que llamar a votar por uno u otro de esos trabajos, es plantear por ejemplo preguntas como las siguientes:

¿Qué debe hacer el Municipio con la gente de El Barranco para ayudarle a vivir mejor?
¿Cómo canalizar el dinero para conseguir que los usuarios de El Barranco y otras personas que deseen vivir allí, mantengan y cuiden ellos mismos el lugar?
¿Cómo mantener lo que ha sido construido durante generaciones?
¿Qué y cómo y en qué medida se debe restaurar?
¿Cómo debe ser la mejor normativa de control urbano de El Barranco?
¿Cómo se integrará el equipo dedicado a su limpieza, seguridad y adecentamiento?

Preguntas todas, que sí puede responder democráticamente la multitud, confirmándose aquello de que la pregunta siempre es más rica que la respuesta.

Y en vista de que la experiencia nos enseña que más vale dudar de las certezas y de aquellos que dicen saber por dónde y hacia dónde se debe conducir al pueblo, preferimos guiarnos, también, más por lo que no queremos que por aquello que el "gobierno local" dice que aceptemos, aplaudamos y, paguemos.

Así:

No al teleférico, a sus cables negros y cajas de aluminio y plástico, a sus torres y a su mirada impertinente.
No al viaducto, al túnel y al paso deprimido, a las cuevas para estacionamientos y otras prótesis de cemento, y ambientes de ausencia y miseria visual.
No a Pumapungo park, y sus shamanerías arcaicas para diversión de los turistas.
No a los mercados tipo mall, como el nuevo 10 de Agosto.
No a edificios espantosos como el del Banco del Pichincha.
No a los buses, sus gases y sus pitos que recuerdan a cada instante la omnisapiencia del poder local.

En contra de los "centros culturales": preferimos una cultura sin centros. Y en contra de los "centros de interpretación ambiental", somos partidarios de un ambiente de respeto a la naturaleza, y sobre todo a la gente.

En definitiva: no a la corrupción. No al mal gusto. No a la imposición tecnocrática y financiera.


8.

El cuidado de El Barranco de Cuenca debe desarrollarse respetando e interpretando de manera crítica y humanista las leyes de Patrimonio Cultural, las Ordenanzas de Control del Centro Histórico, las más importantes Cartas Internacionales y Declaraciones que ayudan a la conservación del patrimonio urbano y arquitectónico mundial, entre otras la Carta de Cracovia, la de Venecia y la de Barcelona, las recomendaciones de SOS Patrimonio, desarrollarse acatando el espíritu de los compromisos de la ciudad con la UNESCO.
Es decir, lo contrario de lo que está haciendo la actual administración municipal y en cuya línea pretende continuar con ese engendro privatizador que acecha desde las sombras para ejercer la impunidad. Nos referimos a la Fundación El Barranco creada entre gallos y medianoche y destinada a avalar las intervenciones que en el Centro Histórico vienen realizando sus mentores.

Para nosotros, el cuidado del lugar debe ser un asunto público y no privado.
Es la institución municipal, que en algún momento estará en manos de la multitud, la llamada y la obligada a velar por su preservación, mas no ninguna "fundación", que por obra y gracia de alguna viveza ministerial, podría empezar a ser la autoridad última que maneja bienes, presupuestos, contratos, permisos de obras o de intervenciones en un sector urbano en el cual, la propiedad y la gestión social deben ser lo más importante.

No son las empresas privadas ni este tipo de fundaciones, sino la multitud, quien tiene que manejar El Barranco. Proponemos que sean los comités de usuarios, vecinos y propietarios actuales, aquellos que despliegan en el lugar sus actividades creativas y lúdicas quienes tengan todas las facilidades para desarrollarlas. Que todos quienes deseen preservar las particularidades naturales del río y sus riveras, de su vegetación y paisaje, tengan en sus manos y en sus corazones este encargo que la ciudad les entrega para su custodia. Que las asociaciones de jóvenes, de artistas, de mujeres, de restauradores, cuenten con todo el apoyo para enriquecer con sus actividades este hermoso lugar.

El Municipio, entonces, en vez de continuar siendo el "gobierno local" que se mueve a partir de "ideas" sin fundamento científico y utiliza el mandato social para incentivar la reapropiación privada y la especulación inmobiliaria, tiene la obligación de favorecer la propiedad social como derecho humano y ciudadano, y de canalizar los fondos destinados a El Barranco en esta dirección estratégica. Estamos proponiendo que el Municipio adopte también como política ciudadana y patrimonial, la compra de las edificaciones emblemáticas del área cada vez que esto sea posible, para restaurarlas y destinarlas a usos y administraciones de grupos sociales organizados que tengan programas de actividades convenientes a la vida y alegría del lugar.
Favorecer la presencia de la multitud significa abrir paso a la riqueza y a la multiplicidad cultural que portan en sí los sujetos nuevos que hacen la Cuenca de hoy. El Municipio tiene la obligación de apoyar este rescate y de entregar todo el apoyo logístico, técnico, financiero y administrativo a la gestión social multitudinaria de El Barranco. Al fin o al cabo, solo la gente y su autogestión garantizarán la alegría, la creatividad y el disfrute de un Barranco intervenido para la conservación y mantenimiento de lo que ha llegado a ser.

Nada que ver entonces con la concepción arcaica, brutal y corrupta de querer manejar desde arriba y a espaldas de la multitud las asignaciones presupuestarias que no son otra cosa sino parte de la riqueza creada por las manos e inventiva de la misma multitud. Nuestra propuesta no tiene nada que ver con políticas que faciliten las inversiones urbanas y arquitectónicas usurarias y codiciosas que, convenga o no, requieren de la construcción de grandes obras y multimillonarios contratos, cuyo resultado siempre es la construcción de nada culturalmente valioso, y la destrucción de todo lo que realmente vale y no tiene precio para la gente.
La visión humana de la ciudad patrimonial y de El Barranco, prioriza el valor de uso del lugar sobre el valor de cambio y garantiza la presencia gozosa de la multitud.


9.

En este momento de peligro que vive El Barranco lo principal para quienes no actuamos desde las necesidades del poder, la corrupción, la mediocridad o el arribismo, no es inventar proyectitos de obras físicas en los cuales invertir e imponer la autoridad y el mando sobre el lugar y su gente.
Para quienes tenemos una visión humana y acorde a la preservación de los bienes socio-urbanos patrimoniales no renovables, es decir para los actores y fuerzas de la multitud viva y actuante, lo principal es reapropiarnos de este espacio, de su memoria y su presencia.
Lo más importante, en términos inmediatos, no es competir con ideas sobre cómo y en qué se malbarata la plata, sino invertir en acciones urgentes de delimitación, identificación e inventario de bienes arquitectónicos a ser cuidados, en programas de preservación, limpieza y restauración emergentes. Como hemos demostrado, no es casual que el Municipio no tenga un inventario y clasificación de los valores arquitectónicos, paisajísticos, constructivos; que carezca de las investigaciones multidisciplinarias mínimas y se haya aventurado a convocar a un concurso de ideas arquitectónicas y urbanas para intervenir en el sector. Tampoco hay ignorancia municipal cuando aprueba las veinte obras nuevas que serán realizadas en el sector y que se enumeran en sus documentos oficiales. Esta actitud ha sido consecuentemente acolitada por las 26 propuestas de los concursantes y es muy útil a la improvisación, la fanfarria electorera y el espectáculo macabro, consistentes en destruir lo que vale y en construir adefesios.
Y por esto mismo, en desenmascarar semejantes movidas, radica también la importancia de nuestra crítica y el llamado a no caer en unanimidades temibles.
Lo principal, es acumular la mejor y más variada información científica y cultural sobre el sector, en otras palabras, acumular el conocimiento básico para cerrar paso a fantaciencia arquitectónica con la cual se quiere sorprender a los incautos. Si es del caso, intervenir con obras nuevas, las mismas deberán ser justificadas desde un principio conservacionista y respetuoso de la cultura del Otro, que parte del respeto a un legado que pertenece a los cuencanos como parte de la Humanidad.


10.

A quienes hemos dado forma a la discrepancia con las actuaciones atentatorias al Centro Histórico y a quienes hemos convertido en palabras la sospecha sorda de que los manejos de la cosa urbana de Cuenca son pantanosos y espesos, se nos acusa de "no ser propositivos" y de "no realizar una crítica constructiva".
Pero las cosas, como las estamos viendo, son al revés.
Preguntemos: ¿quiénes son los destructores del entorno paisajístico arqueológico de Pumapungo o los autores de ese mastodonte de cemento armado frente a la Universidad de Cuenca? ¿Quienes pusieron los obstáculos de cemento en las calles de la ciudad para beneplácito de la autodenominada "clase del volante"? ¿Quiénes escogieron azulejos de retrete para colocarlos en las veredas y parques de Cuenca, o piedras de cantera para adornar las riveras de sus ríos? ¿Quiénes se arrogan funciones que no tienen e irrespetan los acuerdos con el propósito de incorporar obras nuevas en el Centro Histórico? ¿Quiénes aprueban teleféricos, viaductos, ecovías, túneles? ¿Usted los conoce? Pues bien, ellos son los más genuinos representantes de la destrucción del Centro Histórico, ellos son los heraldos de la nada.

Por todo esto cuando dichos personajes reclaman "críticas constructivas" y "actitudes propositivas", lo que nos están pidiendo es complicidad, connivencia, aceptación de sus desafueros y silencio. Y por esto mismo, nuestra posición crítica se ha convertido en el mayor y más generoso aporte a la ciudad pues, al abrirle los ojos y llamarle a desterrar el miedo a opinar, contribuimos a enriquecer las vivencias de la libertad y la vida. Aquí y ahora.


Cuenca, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
29 de septiembre- 6 de octubre del 2003

Desde el fondo del barranco

Desde el fondo del barranco


Intervención del Arq. Oswaldo Páez Barrera en la mesa redonda “ MEGAPROYECTO EL BARRANCO DE CUENCA”, en nombre del Colegio de Arquitectos del Ecuador –Azuay-, el 23 de mayo de 2003 en el Museo de Arte Moderno, manifestando su oposición al mencionado “megaproyecto”. (El presente texto ha sido reproducido por la Revista de Arquitectura TRAMA, de Ecuador, y en la página de SOS Monuments, de Barcelona.)

Señor Alcalde de la ciudad de Cuenca.
Señor Concejal y Representante de la Comisión del Centro Histórico del Municipio de Cuenca.
Señor Representante de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Cuenca.
Estimados colegas, arquitectos y arquitectas:


Primero fue la planicie con sus ríos corriendo a encontrar el amanecer.
Después los indios del guacamayo y la serpiente. Con ellos la vida se posó junto al río, listo a darles alegría y a llevarse sus penas.
Llegó Pumapungo, esplendor y maldición. Pumapungo, alianza y ruptura de sangre. Sangre que se mezcló en el barro y con otras sangres para darnos nuestra mirada y nuestras manos. Mirada que vió y sigue viendo el altozano, manos que construyeron este lugar mestizo, insomne por contemplar desde el borde esa metáfora líquida de la vida que pasa a los pies de Cuenca y por mirar desde el borde y no por casualidad, nuestro sur.
Lo indio, lo mozárabe hispano y lo castellano, están en la presencia mestiza que somos, tensión trágica que danza en el borde físico de la ciudad y en el borde cultural de Occidente.
Somos del Barranco.

(No quiero apoyarme en el lenguaje de la técnica que tan vapuleada está. Quiero apelar al lenguaje de la sensibilidad y por eso, esta misma mañana he tomado las fotografías que voy a mostrarles para que en la retina, lo concreto de la vida no sea sustituído por lo abstracto de las argumentaciones tecnocráticas.
Por favor, miremos en silencio.)

El único objetivo de mi presencia en este mesa redonda, es contribuir a la preservación y conservación de este bien cultural no renovable. Lo que diga, desearía que sea tomado como un gesto de amor a nuestra ciudad y al patrimonio de sus gentes.
El sedimento y la experiencia que ha dejado el mestizaje se plasmó también en lo urbano y arquitectónico de nuestra Cuenca.
Mucho hemos destruido, pero algo queda. Sobre todo, en esta visión que llamamos Barranco, tan espontánea y por eso mismo, tan en el aire de la libertad.
Ver El Barranco es pensar en una antiarquitectura que ha surgido no para aparentar, sino casa adentro, en el relajamiento propio de quien piensa, siente y dice las cosas para sí mismo, y que por eso mismo no se miente ni se engaña, ni se presta al espectáculo.
Por esta razón pienso que El Barranco es una clave para vernos como somos los morlacos, unas gentes que asomamos al mundo como un peculiar accidente de la historia y que, por esos extrañísimos olvidos de la muerte, aquí seguimos, riendo o llorando al borde, mientras el río no deja de pasar.
Este paisaje que hoy nos convoca no niega su ancestro indio. Masacrado, y quizás por eso mismo, sigue allí, presente en Pumapungo, mostrándonos sus huesos de piedra como dedos acusadores contra quienes les echan cemento, o como dedos que se levantan porque van a hablar y decir lo suyo.
Paisaje que tampoco olvida sus resonancias mozárabes, esas que fijadas en la retina a fuerza de convivir con el horizonte sahariano, castellano y andaluz, nunca pensaron en elevarse por sobre la línea en la cual el cielo y la tierra parece que se unen.
La fidelidad a ese perfil y la sátira a esa ilusión nos recuerdan nuestra humanidad, nuestra definitiva distancia con las alturas, nuestra soledad, y por eso también la posibilidad de nuestra radical libertad.
Sobre esta visión o paisaje a la cual he aludido, hoy se ciernen más nubarrones que bendiciones.
En palabras de la UNESCO, podría decirse que es un bien en peligro.
La amenaza viene desde esa globalización que quiere sacrificar la memoria en el altar dolarizado de las ganancias, del consumismo turístico y el espectáculo alienante.
Sus avanzadillas ya asoman como salteadores en descampado. Las negras fachadas de vidrio ya anuncian el teleférico, mientras el neón de colores anuncia la llegada del cabaret y del casino. Ya llegará la hora del galeón de plástico, del túnel del amor o de la casa de la mujer barbuda...
La creciente mancha de la nada, del no-lugar, ya han generado en Cuenca ambientes anónimos y edificaciones horrorosas para apropiarse de lo concreto y lo particular de la vida, de nuestra vida.
La empresa privada y la pública lo saludan.
El Barranco de Cuenca no necesita ser convertido en símbolo emblemático de la ciudad, como se quiere argumentar. Ya es nuestro símbolo sin necesidad de que nadie lo diga. El Barranco es un paisaje potente por su historia y por la particular espontaneidad con la cual se ha dado la luz y a la mirada. Su potencia en las almas morlacas es un factor que convoca no la identidad sino la diversidad, en el sentido de que en él se proyectan las múltiples lecturas del pasado y las diversas presencias y, también desde él, alzan el vuelo los más variados deseos.
Barranco, monumento de lo múltiple, jardín de senderos que se bifurcaban en la madrugada de mi adolescencia y que me habló de las infinitas posibilidades que nos da la vida.
Los nubarrones que han asomado y que ya se ven desde este borde cuando volteamos la cabeza al norte, vienen rápidos, parecen impulsados por las turbinas del desarrollo y del turismo.
Porque, se dice que es el turismo el fin principal que llevó a la UNESCO a declarar a ciertas urbes como Patrimonio de la Humanidad. Esta pequeña comprensión no deja de ser un malentendido que podría acarrear malas consecuencias y que por ello debe ser desvirtuado. Reducir a ésto la decisión de la UNESCO podría atraer con precisión digital a esos nubarrones para que descarguen aquí y de manera quirúrgica su lluvia ácida.
La razón por la cual la UNESCO hizo la declaratoria que nos honró se basa, debo recordarlo, sobre todo en la importancia de nuestra memoria cultural, de esa que ha configurado una herencia tangible, sensible, que alienta la esperanza de los hombres y las mujeres en la humanidad, esto es, en la libertad.
El turismo en el tiempo de la globalización, así se le ponga adjetivos honorables, es un negocio, y como tal, tiene prioridades diferentes a las culturales, ecológicas y vitales, de los pueblos del mundo. Entre ellos, nosotros.
Al respecto, recordemos las opiniones internacionales cuando en el gobierno de Febres Cordero uno de sus entusiastas ministros quiso hacer de las Galápagos un emporio hotelero “ecológico”.
¿Yo pregunto si acaso será nuestro triste destino como ciudad y como cuencanos el ser destino turístico, tal y como se deduce del documento guía con el cual se quiere fundamentar la intervención física en El Barranco?
Cuando hace algunas semanas en la primera página del diario El Comercio un titular decía que la ministra de turismo de Lucio Gutiérrez está vendiendo el país en Nueva York, yo sentí vergüenza, porque parece que ese es el vientecillo que ya sentimos en la cara ante la visión de esos nubarrones alos cuales me he referido.
Creer que estamos para deleite de los turistas es una subestimación que cada uno es libre aceptar o no, pero creer que nuestro patrimonio urbano tiene ese mismo fin, tal y como se deduce del documento MEGAPROYECTO EL BARRANCO DE CUENCA aprobado por la Municipalidad, no es, ni de lejos, el mejor homenaje a nuestros antepasados y a nuestra experiencia histórica.
Frente a esto, pensamos que lo fundamental es ser nosotros mismos, no ser como los otros y peor ser para el consumo turístico de los otros.
Estamos aquí porque el Municipio de Cuenca se ha empeñado en impulsar la intervención física en El Barranco y en sus zonas aledañas, y porque tiene ya propuestas concretas que modificarán sustancialmente el conjunto. Yo invito a sus personeros a reflexionar sobre semejante paso porque no se trata de una obra nueva cualquiera, sino de la intervención en un hecho cultural único y no renovable.
Ante la propuesta de intervenir en El Barranco pienso que debemos acogernos a las orientaciones de la UNESCO que exige a las ciudades Patrimonio de la Humanidad actuar, en cuanto a su política urbana, conforme a un Plan de Manejo de los bienes confiados a nuestro cuidado.
El Barranco, es un bien demasiado grande como para dejarlo en manos de funcionarios que mañana no estarán, o de fundaciones que se han armado a propósito de una decisión ya tomada, o de entusiasmos más o menos profesionales que quieren probar fortuna.
El Barranco, pienso que debe ser manejado preservando y cuidando sobre todo su originalidad y su autenticidad, como resultado de la educación y el consenso ciudadano, público y democrático.
Si para esto es necesario que se modifique lo programado para realizar las inversiones que quieren realizar en dicho sector, pues que se lo modifique.
Su dueña, desde siempre y para siempre, la sociedad, quizás tiene el derecho a tomarse todo el tiempo que el buen gusto y la moderación señalen para resolver sobre algo que le ha costado miles de años lograrlo.
Esta decisión, no puede estar condicionada a los informes urgentes ni perentorios de funcionarios de tesorería municipal que suelen lamentar la pérdida de las partidas no gastadas, en éste caso del 25% de no sé qué impuesto. La plata, estimados amigos, plata no más es, pero el Barranco, una vez perdido, ningún 25%, así sea del presupuesto del ejército de los Estados Unidos, podrá volverlo a comprar.
Apelo a la sensibilidad del Señor Alcalde y del Señor Concejal aquí presentes para que permitan la apertura de un período de discusiones, consultas y debates públicos sobre El Barranco, antes de pensar siquiera en ningún concurso de ideas que como en éste caso ya tienen la intencionalidad de crear las condiciones para la intervención física.
¿Qué legitimidad podemos esgrimir ante el mundo y ante nuestros hijos para echar mano a El Barranco de Cuenca?
¿Qué argumentos convincentes se han presentado a la ciudadanía y al mundo para justificar dicha intervención?
¿Qué mecanismos de consulta nacional e internacional han permitido que los cuencanos y quienes aman los bienes culturales de la humanidad se pronuncien al respecto?
Por favor, si tanto se ama al río y a El Barranco, se podría comenzar limpiando el río y sus riveras, poniendo personas que cuiden de que no se arroje basura en su cauce, quitando esos focos que en las noches crean una escenografía de película de suspenso panameña, podando el césped, dando asistencia humanitaria a los chicos abandonados que duermen bajo sus puentes, poniendo guías turísticos amables... en fin, si la municipalidad desea hacer algo por El Barranco, es cuestión de empezar por lo inmediatamente racional y aliviar su situación que en ciertos aspectos está deteriorada y amerita arreglos.
Con ese 25% del cual tanto se habla, se puede crear un fondo para ayudar a los propietarios al mantenimiento de los inmuebles del lugar. Exonérenles de impuestos, rebájenles las tarifas escandalosos de luz, agua potable y teléfono...
Por ahora, y mientras la sociedad morlaca se pronuncie, a las autoridades y a quienes tienen algún poder sobre éste bien cultural no renovable, solo les está permitido velar celosamente por su mantenimiento físico, esto es, de los elementos que le confieren originalidad y autenticidad.
Si eso logramos, será mucho más provechoso para Cuenca, que el teleférico que se nos ofrece, los reflectores de colores, las tarjetas de navidad y los anuncios de dudosas inversiones y rentabilidades.
Yo deseo que en este caso se actúe con la sensibilidad y el buen sentido a fin de no atribuirse más funciones que la cortesía y la confianza de los cuencanos ha depositado en los personeros municipales. Y yo les deseo también que nadie les recuerde como los causantes de una intervención irreparable al patrimonio urbano de la humanidad y de que sus gestiones sean en todo caso para el bien de Cuenca.
Pido que la más amplia discusión sobre el tema vaya definiendo al grupo abierto y renovable que deberá conducir este proceso.
Pido que la Municipalidad de Cuenca, abra ese espacio de discusión de manera pública, democrática y civilizada.
Pido que El Barranco vaya al foro de la ciudad y al foro de los corazones múltiples de la morlaquía, la cuencanidad y el mundo.
Muchas gracias, amigas y amigos.



OSWALDO PáEZ BARRERA. Textos varios sobre arte, crítica, arquitectura, ciudad.